Inspirada en la iniciativa de Benito Quinquela Martín, en el 2010 se gesta en mi mente esta "loca" idea: D.A.S.
Recién ahora me animo a compartirla con otros (más vale tarde...)
Recién ahora me animo a compartirla con otros (más vale tarde...)
No es una Orden ni una fundación, ni una cofradía ni nada que se ajuste a lo convencional. Simplemente, aquellos que crean que vale la pena defender con pasión auténtica al Arte (en cualquiera de sus manifestaciones) y a los Sueños que parten del corazón y toman forma en nuestra mente (los delirantes, los postergados, los casi renunciados, los utópicos, etc., etc., etc.), súmense a esta cruzada.
Tanto en el Arte como en la realización de los sueños, hay un acto de entrega, por eso, si bien la sigla está formada por las letras de las tres palabras esenciales (defensores, arte, sueños), no fue elegida arbitrariamente.
Para los que sientan curiosidad, aquí les adjunto algo de información y próximamente nos estamos comunicando nuevamente.
Para los que sientan curiosidad, aquí les adjunto algo de información y próximamente nos estamos comunicando nuevamente.
La Orden del Tornillo
Desaparecida la Peña del Tortoni, el grupo de artistas e intelectuales que allí se daban cita, comenzaron a hacerlo en el Atellier de Quinquela, de la Vuelta de Rocha. Así fue como todos los domingos se reunían en ese lugar.
En cierta oportunidad el ceramista y amigo de Quinquela, Lucio Rodríguez, llamado el poeta de las pátinas, le propuso una idea jocosa, divertida y fuera de lo común. Consideró que los locos debían ser merecedores de honores y agasajos.
Estos dos amigos, llamaron locos a aquellas personas cultoras de la verdad, del bien, y de la belleza de espíritu. Quinquela decía que esa gente, tan especial, tan creativa, que hacía bien a la humanidad, estaba un poco loca, que les faltaba un tornillo. Entonces decide fundar esta orden en la cual él les entregaba un tornillo, el tornillo que les faltaba.
Así nació en 1948 La orden del Tornillo eligiéndose a Quinquela Gran maestre de la Orden. Éste organizaba encuentros en su casa y hacia toda una celebración donde comían fideos de colores. Luciendo un uniforme de gran maestre, con abundancia de jalones y ornaldo de simbólicos tornillos, entregaba a los nuevos miembros de la Orden el diploma que los acreditaba como tales.
Colocaba con aparente solemnidad la preciada condecoración, consistente en un gran tornillo dorado, que pendía de un cordón de color. También hacía dar unas vueltas al homenajeado y con un bastón lo golpeaba en el hombro mientras le decía: «bueno, ya estas atornillado, ¡pero no te lo ajusté mucho porque eso no es bueno!. Les sugería que lo mantuviesen siempre un poco flojo para conservar esa locura luminosa que tenían. Añadía además que era justamente esa locura lo que los hacía especiales.
Alrededor de trescientas, fueron las personas a las que Quinquela les rindió homenaje a lo largo de esos encuentros. Todos se destacaron por su bonomía espiritual y dejaron de lado el cargo o jerarquía que dentro de la sociedad ocupaban (podían ser artistas, embajadores, benefactores, músicos, periodistas o poetas).
El primer atornillado fue Luis César Amadori, uno de los cineastas clásicos argentinos. En el año 1966 le entrega la orden del tornillo a Charles Chaplin y la recibe Geraldine, su hija. Después atornilla a Mariano Mores, Tita Merello, Lola Membrives, Luis Sandrini y Alberto Ginastera, entre otros grandes. También hay pintores como Gramajo Gutiérrez o músicos como Carlos Guastavino.
Quinquela trata de armar un mapa de identidad nacional, no eran solo artistas de La Boca. Distinguió a Lacámera, a Soldi, a Pettinato (que era el director de la penitenciaria modelo que se encontraba en la actual plaza Las Heras) y a otros personajes que tenían lazos políticos, o personajes como Vito Dumas, el navegante solitario.
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