2016, AÑO ROALD DAHL: “Charlie y la fábrica de chocolate”.
Mensaje que nos han dejado los Oompa-Loompas, obreros de la fábrica de chocolate del Sr. Willy Wonka.
Estamos de acuerdo con el lema ‘Leer te da alas’:
Estamos de acuerdo con el lema ‘Leer te da alas’:
‘Hemos aprendido algo primordial,
algo que a los niños les hace mucho mal,
y eso es que en el mundo no haya nada peor
que sentarles frente a un televisor.
[…] Los niños, ¿qué hacían
para divertirse, cómo entretenían
sus horas de ocio, qué les mantenía
tranquilos, contentos, quietos y callados,
felices absortos y atentos
antes de que este diabólico invento
se hubiese inventado?
¿No lo recuerda? Se lo diremos
en voz muy alta, lo gritaremos
para que acierte a comprender:
¡SOLÍAN… LEER, LEER, LEER!
LEÍAN Y LEÍAN y procedían
A leer aún más. Y todo el día
lo dedicaban a leer libros, y, por doquier,
en bibliotecas y estanterías,
sobre las mesas, en librerías,
¡bajo las camas siempre había
miles de libros para leer!
Historias fantásticas y maravillosas
de fieros dragones y reinas hermosas,
de osados piratas, de astutos ladrones,
de elefantes blancos, tigres y leones.
De islas misteriosas, de orillas lejanas,
de tristes princesas junto a una ventana,
de valientes príncipes, apuestos, galantes,
de exóticas playas, países distantes,
historias de miedo, hermosas y raras,
los más pequeñitos leían los cuentos,
¡historias que hacían que el tiempo volara!
De Grimm y de Andersen, de Louis Perrault.
Sabían quién era la. Bella Durmiente,
y la Cenicienta, y el Lobo Feroz.
Las Mil y Una Noches de magia nutrían
con mil y una historias sus ensoñaciones.
La gran Scheherezade de la mano traía
a Alí Babá y los Cuarenta Ladrones,
a Aladino y su lámpara maravillosa,
al genio que otorga deseos e ilusiones,
y mil aventuras a cual más hermosa.
¡Qué libros más bellos leían
los niños que antaño vivían!
Por eso rogarnos, por eso pedimos
que tiren muy lejos el televisor,
y en su sitio instalen estantes de libros
que llenen sus horas de gozo y fervor’.
algo que a los niños les hace mucho mal,
y eso es que en el mundo no haya nada peor
que sentarles frente a un televisor.
[…] Los niños, ¿qué hacían
para divertirse, cómo entretenían
sus horas de ocio, qué les mantenía
tranquilos, contentos, quietos y callados,
felices absortos y atentos
antes de que este diabólico invento
se hubiese inventado?
¿No lo recuerda? Se lo diremos
en voz muy alta, lo gritaremos
para que acierte a comprender:
¡SOLÍAN… LEER, LEER, LEER!
LEÍAN Y LEÍAN y procedían
A leer aún más. Y todo el día
lo dedicaban a leer libros, y, por doquier,
en bibliotecas y estanterías,
sobre las mesas, en librerías,
¡bajo las camas siempre había
miles de libros para leer!
Historias fantásticas y maravillosas
de fieros dragones y reinas hermosas,
de osados piratas, de astutos ladrones,
de elefantes blancos, tigres y leones.
De islas misteriosas, de orillas lejanas,
de tristes princesas junto a una ventana,
de valientes príncipes, apuestos, galantes,
de exóticas playas, países distantes,
historias de miedo, hermosas y raras,
los más pequeñitos leían los cuentos,
¡historias que hacían que el tiempo volara!
De Grimm y de Andersen, de Louis Perrault.
Sabían quién era la. Bella Durmiente,
y la Cenicienta, y el Lobo Feroz.
Las Mil y Una Noches de magia nutrían
con mil y una historias sus ensoñaciones.
La gran Scheherezade de la mano traía
a Alí Babá y los Cuarenta Ladrones,
a Aladino y su lámpara maravillosa,
al genio que otorga deseos e ilusiones,
y mil aventuras a cual más hermosa.
¡Qué libros más bellos leían
los niños que antaño vivían!
Por eso rogarnos, por eso pedimos
que tiren muy lejos el televisor,
y en su sitio instalen estantes de libros
que llenen sus horas de gozo y fervor’.
(Charlie y la fábrica de chocolate)
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