El Kakuy es un ave nocturna, rapiña que habita en los montes del noroeste de nuestro país. Es un ave solitaria de lúgubre canto y su nombre proviene del quechua. La historia que es algo cruel, habla del compañerismo entre hermanos.
En el monte vivían dos hermanos, un varón y una mujer. El hermano era muy trabajador, y además un hombre realmente bueno. Estaba siempre en el monte y cuando regresaba a su hogar siempre le traía regalos y frutos silvestres a su hermana, además de todo lo necesario para vivir. La hermana era haragana y desordenada, le costaba mantener el rancho ordenado y cuando el hermano venía cansado de su trabajo, ella nunca lo recibía como merecía.
Un día él, regreso muy agotado luego de una dura jornada de trabajo en el monte y le pidió si por favor le podía dar un poco de miel, la hermana fue a buscar el frasco pero antes de dárselo lo derramó en su presencia.
Al día siguiente ocurrió lo mismo pero esta vez con la comida. De a poco la paciencia de este muchacho se fue acabando y decidió castigar la maldad de la hermana.
Una tardecita la invitó a ir a recoger miel fresca al monte, la llevo bien adentro. Cuando llegaron a un quebracho de copa muy grande el hermano la invitó a subir e ir por la miel, juntos lograron llegar hasta lo más alto del árbol, entonces fue allí cuando el hombre comenzó a descender, desgajando el árbol a medida que iba bajando, cortándole todas las ramas, de manera que su hermana no pudiera bajar. El hombre se bajó y se alejó, la hermana quedó allí en lo alto del árbol con mucho miedo.
Al caer la noche su temor se trasformó en terror. Con el correr de los minutos, horrorizada notó que sus pies se convertían en garras, sus manos en alas y que el total de su cuerpo estaba cubierto por plumas.
Desde entonces, el pájaro sale sólo de noche, sufre el abandono y clama por su hermano rompiendo el silencio de la noche del monte. Su grito desgarrador es de “¡Turay…Turay!”, que en quechua quiere decir “¡Hermano…Hermano!”.
Un día él, regreso muy agotado luego de una dura jornada de trabajo en el monte y le pidió si por favor le podía dar un poco de miel, la hermana fue a buscar el frasco pero antes de dárselo lo derramó en su presencia.
Al día siguiente ocurrió lo mismo pero esta vez con la comida. De a poco la paciencia de este muchacho se fue acabando y decidió castigar la maldad de la hermana.
Una tardecita la invitó a ir a recoger miel fresca al monte, la llevo bien adentro. Cuando llegaron a un quebracho de copa muy grande el hermano la invitó a subir e ir por la miel, juntos lograron llegar hasta lo más alto del árbol, entonces fue allí cuando el hombre comenzó a descender, desgajando el árbol a medida que iba bajando, cortándole todas las ramas, de manera que su hermana no pudiera bajar. El hombre se bajó y se alejó, la hermana quedó allí en lo alto del árbol con mucho miedo.
Al caer la noche su temor se trasformó en terror. Con el correr de los minutos, horrorizada notó que sus pies se convertían en garras, sus manos en alas y que el total de su cuerpo estaba cubierto por plumas.
Desde entonces, el pájaro sale sólo de noche, sufre el abandono y clama por su hermano rompiendo el silencio de la noche del monte. Su grito desgarrador es de “¡Turay…Turay!”, que en quechua quiere decir “¡Hermano…Hermano!”.
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